Los días de otoño son todos iguales.

Después de una larga y tendida conversación por teléfono con Hanna me quedé tumbada en la cama. No sabía qué hacer, últimamente no aprovechaba bien el tiempo y me daba la sensación de mis notas bajaban estrepitosamente. No podía permitir aquello o acabarían echándome del equipo de natación y eso es algo que jamás podría perdonarme, es lo que me da vida y lo que me hace evadirme de todos los problemas que me rodean, entre ellos los estúpidos mensajes de ese grupo de torturadores.

Empezaba a quedarme dormida, mis ojos se cerraban lenta y perezosamente cuando empecé a escuchar el repiqueteo de la lluvia contra la ventana. Me incorporé con rapidez y sonreí. Era raro, pero me encantaba pasear mientras las gotas de agua caían desde el cielo. Me calcé las botas de agua, cogí uno de mis múltiples paraguas, el de hoy de color turquesa y salí de mi casa. Me sentía casi como una niña pequeña, dispuesta a pisar charcos sin preocuparme y a disfrutar todo lo posible de aquel tiempo.

Tras varios minutos caminando a través de las calles vacías de Rosewood llegué al epicentro del pueblo, donde se veía más vida. La gente corría tapada con bolsas en la cabeza, no habían sido lo suficientemente previsores de meter un paraguas en sus bolsos o mochilas. Sonreí mientras veía a esas personas.
Miré hacía la cristalera del Apple Rose Grille y vi una melena rubia, empapada, que me era demasiado familiar. Me adentré en el local, sintiendo la calidez sobre mis mejillas y caminé en silencio hasta que llegué a quedarme tras Hanna.

- ¿Es que no ves las noticias, rubia? – le dediqué una amplia sonrisa – ¿Quieres un coletero? – levanté mi muñeca, donde, además de pulseras variadas llevaba gomas del pelo. Siempre venían bien, especialmente a la hora de practicar natación.

Llegué de clases y mi casa parecía un desierto, ni rastro de mi padre ni de mi hermano, el cual me seguía preocupando medianamente, no quería que se metiera en líos de nuevo. Ofuscada me fuí a la cocina y me preparé algo rápidamente.  Me senté en la mesa mientras le daba vueltas al móvil, a estas alturas tendría que tenerle pavor, quizás era masoquismo, pero siempre lo llevaba encima, y más en esos momentos, ¿En que diablos andaría mi hermano? ¿tenía entrenamiento hoy? Ni idea. Empecé a mirar la agenda pensando en mandarle un mensaje a alguna de las chicas, pero cuando llegué a Em justo debajo aprecio en nombre de Ezra, y para no sucumbir a ninguna tentación lo deje sobre la mesa. Yo había decidido que fuera así, no podía más, eso tenía que acabar, lo que no quería decir que fuera fácil. Le di un par de mordiscos al medio sándwich que me había preparado y lo deje envuelto sobre la encimera. Se me había quitado el apetito, mejor salia a dar una vuelta y me despejaba un rato. Me coloqué un gorro rojo en la cabeza y decidí coger un paraguas al ver que el cielo se tornaba en una oscuridad amenazante.

Después de un rato caminando el tiempo empeoro y empezó a caer una lluvia fina pero intensa. No me resultaba demasiado incomodo, venía preparada y tan solo quería dar una vuelta, así que seguí caminando con mi paraguas morado transparente bajo la lluvia. Al pasar casi por el frente del Grill Appel Rose vi precisamente a Em de lejos, le hice una señal con la mano, pero al parecer no me vio y cruzó rápidamente para entrar en el local. Me encogí de hombros y unos segundos más tarde siguiéndola y entrando también en el grill. Dentro pude divisarla en una de las mesas junto a Hanna. ¿Había reunión y no me había enterado? Extrañamente no había recibido ningún mensaje SOS de ninguna de ellas, así que supuse que todo estaba bien. -¡Chicas! Em te he saludado fuera con la mano hace unos segundos ¿Que hacéis por aquí? pensaba mandaros un mensaje... ¿Sabe alguna algo de Spencer? Voy a mandarle un mensaje- Dije rápidamente antes de empezar a rebuscar en mi gran bolso marrón mi teléfono móvil. Cuando lo encontré escribí rápidamente. Estamos todas en el Apple Rose Grill, ¿Vienes?. Deje el móvil en el bolso y mire a las chicas que empezaban a responder a mi pregunta.